martes, 26 de octubre de 2010

Once - La más preciada mercancía


Es lunes por la mañana y que tienes un montón de citas, reuniones y compa­recencias. En vez de levantarte a las 6.30, tomar un café a toda prisa y salir pitando hacia el trabajo para pasarte el día con la len­gua fuera, imagina que te tomas quince minutos la noche antes para planear tu jornada. O, más efectivo aún, supón que te to­mas una hora de tu domingo para organizarte la semana. En tu agenda has anotado cuándo debes reunirte con tus clientes, cuándo te dedicarás a investigaciones legales y cuándo devol­verás llamadas telefónicas. Es más, tus objetivos personales, sociales y espirituales para la semana también constan en tu agenda. Con este acto tan sencillo das equilibrio a tu vida. Ase­gurando los aspectos más vitales de tu vida en un programa diario, estás asegurando que la semana de trabajo, y tu vida, con­serve su paz y su significado
recuerda que quien fracasa en la planificación, pla­nifica su fracaso. Anotando no sólo tus citas de trabajo sino también tus compromisos contigo mismo de leer, relajarte o es­cribir una carta de amor a tu esposa, serás mucho más produc­tivo con tu tiempo. No olvides que el tiempo que empleas en enriquecer tus horas de asueto no es tiempo malgastado; eso hará que seas mucho más eficiente cuando estés trabajando. Deja de vivir en compartimientos estancos y entiende de una vez por todas que cuanto haces forma un todo indivisible. Tu comportamiento en casa afecta a tu comportamiento en el tra­bajo. Tu trato con la gente en la oficina afecta al trato que das a tu familia y tus amigos.

El yogui Raman decía que quienes son dueños de su tiempo viven una vida sencilla. La naturaleza no previó un rit­mo de vida frenético. Aunque él estaba convencido de que la felicidad duradera sólo era alcanzable por aquellos que se mar­caban objetivos personales bien definidos, el vivir una vida lle­na de realización no tenía por qué implicar el sacrificio de la tranquilidad de ánimo. Esto es lo que más me fascinó. Me per­mitía ser productivo y al mismo tiempo realizar mis ansias espi­rituales

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