martes, 26 de octubre de 2010

Trece - El secreto de la felicidad de por vida


Más de doce horas habían transcurrido desde que Julián lle­gara a mi casa la noche anterior para explicarme las enseñanzas que él había recibido en Sivana; las doce horas más importantes de mi vida. De improviso me sentía jubiloso, motivado e inclu­so liberado. Julián había cambiado mi manera de ver la vida con la fábula del yogui Raman y las virtudes que representaba. Me daba cuenta de que no había empezado siquiera a explorar las posibilidades de mi potencialidad. Había estado derrochan­do los dones que la vida había puesto a mi paso. Las enseñan­zas de Julián me habían brindado la oportunidad de luchar a brazo partido con las heridas que me impedían vivir con la risa, la energía y la satisfacción que yo sabía que merecía. Estaba emocionado

También lo he experi­mentado cuando jugaba al fútbol con los chicos y quería ganar. Las horas me pasaban volando. Era como si lo único importan­te fuera lo que estaba haciendo en ese preciso instante. Todo lo demás, las preocupaciones, las facturas, la abogacía, no impor­taba. Y ahora que lo pienso, creo que en esos momentos es cuando más sosegado me encontraba.

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